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Luis Rocha

En agosto se nos fue abril

“En el tiempo en que nuestros ojos se despedían a sí mismos, /… entonces yo pensaba en el cielo, en las rosas, en las estrellas,/ y me veía en todos los cristales y espejos, /como una pequeña sortija entre la yerba perdida sin sonrisas”. Estos versos pertenecen al estupendo breviario poético, Muriendo Abril, del político, magistrado, jurisconsulto, y sobre todo humanista por poeta, Rodolfo Sandino Argüello (1928-2015), libro que cumplirá 61 años de haber sido publicado, el próximo 24 de diciembre, cuando nace la esperanza hecha niño. Y con esperanza y fe se nos fue su autor en la medianoche del viernes 21 de agosto de este año, llevándose consigo abril —la imperecedera primavera de su vida— para transformarse en una pequeña sortija entre la yerba de la eternidad.

Son Janet, su esposa y él, una pareja auténtica, forjadora de una gran familia. Y digo son, pues no hay pasado en esa entrega mutua. Fue un poeta de su hogar y como poeta perteneció a esa generación del cincuenta que agrupó a Fernando Silva Espinoza, Guillermo Rothschuh Tablada y a Ernesto Gutiérrez, entre otros. Fue amigo de todos sus colegas abogados, y hermano de todos sus colegas poetas, de todas las generaciones. Quienes fueron sus discípulos mientras fue catedrático de Derecho y Decano de esa facultad en la Universidad Centroamericana (UCA), no olvidan esa pedagogía de la fraternidad que fue su legado.

Fue Rodolfo Sandino Argüello un “Rodolfito” universal, pues llamarlo así era hacer apología del afecto. Le decíamos “Rodolfito”, porque ese calificativo no era un diminutivo, sino una manifestación, una forma sencilla, de corresponder al cariño que se le tenía y que lo agigantaba. Algo así como la esencia del cariño por él, en quienes lo conocimos todo él hecho cariño. Un ser fundamentalmente afectuoso, que dilapidaba una sosegada ternura. Por eso para mí predomina el poeta que, aunque con un solo libro de poemas palpitando en su alma, nunca dejó de ser.

Es entonces cuando —con ausencias tan inconmensurables como la suya— nos vamos percatando de una molesta soledad que nos circunda. La sensación de que ya somos cada vez menos. Ya no importa la diferencia de edad, pues en la suya se conjugaron todas nuestras edades. Nadie como él supo lograr esa mezcla de fraternidad sin tiempo. Pero cuando uno mira alrededor, y solo divisa las graderías vacías de quienes se han ido, extraña aquellas voces ausentes; esas presencias invisibles que levitan en el aire; esos pájaros tan nuestros que viven ahora su jolgorio. Parte del viaje, Rodolfito: Agosto se nos llevó la primavera de abril. Tránsito, nada más que un tránsito, del otoño a Epifanía. De ahí, a la Pascua florida.

El primer poema suyo, Confesión para todos los regresos, en Muriendo Abril, dice todo sobre ese viaje con retorno: “Volví hoy, Señor, aquí me tienes, / mi dolor ha taladrado el alma, / pero el ocaso me trajo tu llamada, / tu secreto de cercanía y ternura, / tu congoja de quietud y silencio; / como esas cosas grandes, enteras, / que adornan tus altares y tu nido, / que siempre están fuera del sol… / Volví hoy, Señor, aquí me tienes, / con mi alba y mi estrella todo tuyo”.

El autor es escritor.

Opinión Poeta Rodolfo Sandino Argüello archivo

COMENTARIOS

  1. leonel Gamez
    Hace 9 años

    Excelente escrito como homenaje al Dr. Arguello-

  2. Hace 9 años

    Sr. Luis rocha que articulo más precioso!

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