Lo que termina mal no puede comenzar bien, aunque el dicho diga lo contrario. Terminó mal 2014 y no podía empezar bien 2015 en materia del medio ambiente.
Sin hablar de la fecha de la que ya se ha comentado mucho, un 23 de diciembre para expedir una norma vital para el país y sus regiones, el decreto 2691, lo que demuestra la intención, el Ministerio de Minas quedó facultado para proteger el ambiente y las cuencas hídricas cuando haya actividad minera de por medio.
No serán ni el Ministerio del Medio Ambiente que cede facultades ni las corporaciones regionales. Tampoco los concejos podrán decidir sobre su territorio, como lo venían haciendo ante el auge desproporcionado de la minería, legal o no, que ha afectado no solo las fuentes de agua sino la biodiversidad y derechos valiosos del ciudadano como el paisaje.
Y cuando un municipio estime que algún proyecto minero afecte el ambiente, deberá pagar los costosos estudios para demostrarlo, los que solo serán una guía para el Minminas, nada más.
Tampoco tendrá validez lo que piensen el ciudadano y las organizaciones que lo representan. El blindaje es total.
La decisión no extraña. La segunda etapa del actual gobierno ha dado un giro completo hacia el extractivismo desmedido como base del desarrollo económico, ese que no considera la contabilidad ambiental dentro de sus presupuestos.
De ahí no solo la intención de autorizar el fracking para extraer hidrocarburos en rocas no convencionales, práctica sobre la cual cada vez existen más evidencias científicas de las afectaciones que produce, sino de establecer nuevos criterios para la delimitación de los páramos.
El primer paso lo dio con Santurbán, donde se permiten la minería ya establecida hasta que termine la concesión, y actividades productivas.
Un mal augurio cuando faltan por delimitar todos los páramos de la nueva cartografía emanada del Instituto von Humboldt, algunos de ellos en Antioquia.
La protección de los páramos exige mayor radicalismo para no pisotear al campesino ni al colchón que regula el agua que irá a los ríos.
Resulta curioso que mientras todas estas acciones y decisiones suceden, el Ministro del Medio Ambiente recorre el país pidiendo protección y buen uso del recurso agua.
Así, el medio ambiente es manejado ahora con un doble discurso: oveja y lobo, según las conveniencias.