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Columna
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Adele, caso raro en el ‘streaming’

La estrella del pop británica Adele está a punto de lograr una hazaña que la industria discográfica no ha visto desde el año 2000. Su nuevo álbum 25 vendió 2,3 millones de copias en tres días, asegurando que despojará a la banda de chicos NSync del título de vender más discos en una semana. Parte de la razón: Adele evitó que 25 se incluyera en los servicios de streaming de música incluidos Spotify, Apple Música y Deezer. El éxito de Adele, sin embargo, no debe ser visto como una prueba de que el modelo de streaming es erróneo. Pocos artistas pueden permitirse el lujo de hacer esas denegaciones.

Sin duda, la industria de la música ha sido sacudida por las fuerzas digitales. Los primeros consumidores comenzaron a descargar singles en lugar de los envasados CDs gracias a la introducción del iPod y del iTunes de Apple. Ahora los servicios como Spotify, que permiten a la gente consumir toda la música que quiera sin poseerla, amenazan el frágil ecosistema. Spotify se lanzó en 2008 y ya cuenta con 75 millones de usuarios activos, el doble que el año pasado. Registró cerca de 1.200 millones de dólares (1.126 millones de euros) en ingresos.

Dejando a Adele a un lado, no se espera que esta tendencia disminuya. A nivel mundial, se prevé que los ingresos por streaming de música digital superen a los ingresos de descargas por primera vez en 2018 con cerca de 5.000 millones, según PwC. Adele y otras megaestrellas como Taylor Swift, que sacó sus obras de Spotify, pueden desairar al streaming de música con poco efecto. Spotify sigue tarareando con los usuarios; Swift y Adele acumular ventas. Los más pequeños tendrán que ir con la corriente digital. La marea de los servicios de streaming es demasiado fuerte como para nadar en su contra.

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