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El reto de los equipos directivos en los procesos de cambio e innovación. Desde la gestión a la visión

No es cierto que nunca como ahora se haya hablado de cambio en la educación española. Desde el inicio de los 90, que empecé mi historia docente, siempre ha estado presente esta cuestión en los diálogos entre educadores. La conciencia de que algo no avanzaba al ritmo que la sociedad requería ya estaba muy presente.

En aquel tiempo los docentes confiábamos en que todos los esfuerzos que la LOGSE nos obligó a hacer (cambios de programaciones, trabajo de las CCBB, cambio en áreas-asignaturas…) desembocarían en una renovación impulsada desde el propio marco legislativo.

No fue así en la gran mayoría de los casos. Por las razones que fuesen, la propia estructura consumió los esfuerzos de los docentes sin que se viesen consecuencias, de forma suficiente, en el aula o en los procesos de aprendizaje.

Desde mi punto de vista una de las situaciones más negativas para ese momento concreto y que más se está prolongando en el tiempo es la fijación de los equipos directivos en labores de gestión y burocracia. Todo el desarrollo de la ley traía tal cantidad de exigencias legales (espacios, horarios, titulaciones, programaciones…) que desbordó el trabajo ordinario de nuestros líderes educativos. Lo urgente devoró a lo importante y las labores de gestión se comieron la gran mayoría de las reflexiones de los equipos.

En aquel momento esta situación podía entenderse como una respuesta a unas circunstancias extraordinarias. El problema es que da la impresión que esta dinámica ha podido llegar a interiorizarse de tal manera entre los directivos que lo que debía entenderse como una necesidad puntual se proyectó de tal manera que en muchos casos se convirtió en dinámica que aún hoy perdura en el tiempo.

No soy ingenuo. Reconozco la necesidad de dar respuestas eficaces a situaciones de gestión urgentes; pero, caricaturizando, podríamos preguntarnos quién reflexiona y decide sobre el modelo de centro que queremos y necesitamos, si los líderes educativos se preocupan en que los autobuses lleguen a su hora.

En Escuelas Católicas de Madrid, desde nuestro programa Innovación 43,19,  tenemos la fortuna de ser testigos de auténticas “revoluciones” en centros que, generalmente sin atención mediática, están cambiando las raíces del quehacer diario en la escuela. En todos ellos la constante son equipos directivos que han dedicado tiempo, y tiempo de calidad, a pensar-soñar el centro que responde a su identidad y al entorno en el que se insertan, así como a diseñar un itinerario que les permita pasar de su realidad actual a la deseada.

No se trata de buscar superhéroes, ni siquiera individuos generadores de ideas brillantes, sino de educadores que entiendan la necesidad de saber dónde se encuentra su centro, dónde quieren llevarlo y cuáles serían los primeros pasos para realizar ese recorrido. Y este proceso, en equipo.

En las circunstancias concretas que nos toca vivir a la educación española, donde la inestabilidad política y social amenaza con contagiarse al sistema educativo, es más urgente que nunca la presencia de líderes educativos que traten de ALINEAR, PROGRAMAR, SIMPLIFICAR Y TECNIFICAR.

1. ALINEAR: la gran mayoría de los centros son realidades educativas con una identidad muy definida desde las propias instituciones titulares y las motivaciones propias del entorno donde se encuentran.

Uno de los mayores riesgos que corremos hoy día es afrontar la innovación olvidando quiénes somos, dónde nos encontramos y por qué nacimos. El destino de los centros que así actúen será el convertirse en “pollos sin cabeza” moviéndose al albur de las modas y convicciones ajenas, sin responder a lo que la sociedad requiere de ellos.

Los líderes educativos habrán que alinear todas las aportaciones de la pedagogía, la psicología y la sociología desde las claves identitarias y desde la propia realidad del equipo que conforma el colegio.

El futuro de nuestras escuelas se juega no en la implementación de metodologías activas, sino en que estas metodologías reflejen la propia identidad en el contexto de su entorno.

La elaboración y comunicación de un relato de la identidad real y práctica del centro (con el corazón en la mano, ¿cuándo fue la última vez que leímos con detenimiento el carácter propio?) es una misión ineludible para cualquiera de nuestros centros educativos.

2. PROGRAMAR: Nuestros claustros son muy variados. Sin embargo una constante en todos ellos es que estarán más confortables, seguros y comprometidos si se les hace partícipes del camino que se quiere recorrer.

No van a exigir seguridades acerca del éxito de la propuesta, pero sí que se comparta con ellos la lógica de un proceso que requerirá, sí o sí, su compromiso y trabajo. Los equipos directivos habrán de ir creando, en comunicación-colaboración con el resto del claustro, el mapa del proceso de cambio. Sabiendo dónde queremos llegar y el camino que se nos propone será más sencillo que todos nos podamos situar, eliminando innecesarias incertidumbres y desorientaciones.

El conocimiento de las bases teóricas sobre las que se va a sustentar cualquier decisión evitará largas y estériles discusiones. Ya casi nadie que haya leído y estudiado un poco cuestiona las claves del aprendizaje. ¿Por qué seguimos entonces viviendo discusiones sobre la conveniencia de aplicar modificaciones en nuestros centros que propicien dichas claves?

3. SIMPLIFICAR: Todos estaremos de acuerdo en que la mejor manera de comprobar si hemos entendido algo es explicarlo a alguien de una manera clara y sencilla. Lo mismo sucede con los proyectos de innovación en los centros.

No se trata de descafeinar las exigencias y las dificultades, pero sí de ofrecer las claves de comprensión que permitan a los miembros del claustro comprender el porqué de las decisiones. La simplificación de los mensajes (por más que envuelvan conceptos complejos) será una de las claves de éxito en cualquier proceso de cambio educativo. Todos tenemos experiencia de ser invitados a participar en dinámicas que no entendíamos y todos los cuestionamientos consecuentes que acaban ineludiblemente por minar el propio proceso.

4. TECNICIFICAR: Uno de los lastres del sistema educativo español es la falta de profesionalización de la función directiva. Muchas veces los directivos se eligen de entre los mejores profesores, corriendo el riesgo de perder un buen profesor y ganar un mediocre directivo. Las competencias directivas se dan por supuestas y no se dota a los directivos de una formación sólida y tecnificada que les permita conocer-dominar herramientas que faciliten su función.

Uno de las exigencias básicas de cualquier corriente innovadora en el campo educativo será repensar las ofertas formativas para los cuadros directivos y hacerlo en paralelo a las que se ofertaron a los líderes de otros campos laborales. Hemos de entender que nuestros centros educativos tienen unas peculiaridades propias, pero no dejan de ser estructuras con características comunes a las de otros campos profesionales.

La incorporación de herramientas eficaces ahorrará esfuerzos inútiles permitiéndonos centrar nuestro trabajo en la atención a nuestra principal riqueza, el capital humano.

Es fácil decir a los demás lo que tienen que hacer mirando el toro desde la barrera, siendo muchas veces injustos con el trabajo, esfuerzo y compromiso de nuestros equipos directivos. Nada más lejos del objetivo de este artículo.

Sólo deseo constatar la imperiosa necesidad de que los equipos directivos estén directamente implicados en los procesos de cambio-innovación y de que existen una serie de claves, totalmente aceptadas en otros contextos profesionales, que creemos capitales.

La mayoría de nuestros centros ya han introducido el destino en el “GPS”: CAMBIO DE CULTURA DE CENTRO/INNOVACIÓN. Ahora ya sólo es necesario que alguien se ponga al volante y lidere la ruta a seguir, eligiendo entre las posibilidades que se abren por delante según la realidad del vehículo-centro y de las circunstancias que les toca vivir.

La tarea puede parecer abrumadora, pero desde el programa INNOVACIÓN 43,19 comprobamos todos los días que es posible y que los resultados hacen que el esfuerzo merezca la pena.

Muchas veces el reconocimiento se lo llevará el vehículo y la vistosidad del destino, pero nunca podremos olvidar que el éxito del camino lo tendrá el conductor y los ocupantes del vehículo. A ellos nuestro reconocimiento y ánimo en esta maravillosa tarea.

 

Juan Carlos García García

Departamento Pedagógico-Pastoral y de Innovación de Escuelas Católicas de Madrid

 

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1 Comentario

  1. Fernando 29 junio, 2016

    Una acertada visión de la realidad educativa. Muy acertada la parte final sobre la necesidad de que los equipos directivos estén directamente implicados en los procesos de cambio-innovación. No puede haber líderes si no están implicados y dan ejemplo.

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