Alonso-McLaren: El síndrome de las segundas partes

El inexplicado accidente de Alonso no es la forma ideal de reiniciar una relación que fue turbulenta

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Fernando Alonso y Ron Dennis, en una imagen de archivo

FOTO: Handout - GYI

El retorno de Fernando Alonso a McLaren no ha comenzado con buen pie. El problema no es el accidente y las secuelas físicas sobre Fernando, sino la gestión mediática del mismo. Un aspecto donde el frío y ‘cool’ ambiente McLaren, ese perfeccionismo impoluto que alimenta Ron Dennis, contrasta con la pasión latina de la prensa y afición española; del propio Fernando y su entorno, a pesar de su mutismo, y de los alonsistas. la que fue llamada marea azul, en general.

Alonso se pregunta sobre las causas del accidente. Dennis ha dado una explicación sin datos. Como la de un político ante una comisión de investigación, jugando la baza de su credibilidad personal. Lo suyo ha sido un ‘yo no he sido, el McLaren tampoco’ y una explicación, desmentida por los testigos del suceso, que parecía indicar, sin decirlo, un error de pilotaje que no debió gustar nada al entorno de Alonso.

Dos partes se han reunido este año después de que la primera relación acabara como el ‘rosario de la aurora’: con Alonso saliendo de McLaren como alma que lleva el diablo y con el equipo británico pagando una fuerte multa a la FIA –100 millones de dólares, expulsión del campeonato incluida– a causa de las revelaciones del flujo de información entre un ingeniero de Ferrari y otro de McLaren del que el equipo británico, filtración atribuida al asturiano.

Evidentemente este fue el episodio final de un desencuentro que venía ya de lejos. Y que tiempo después Fernando Alonso admitiría que fue con Ron Dennis y no con Lewis Hamilton.

El reencuentro imposible, al menos esto es lo que se esperaba, se ha ha producido porque ambas partes se necesitaban. Ron, porque Honda quería un auténtico campeón y líder de equipo. Fernando, porque no había otro equipo con garantías –dentro de lo que es posible en F1– de competitividad donde refugiarse tras la salida de Ferrari. Cuando Fernando se fue de McLaren para volver a Renault, regresaba a su casa-refugio, pero esta ya no era lo que era y hoy, a sus 33 años, el asturiano sabe que el reloj, ley de vida, corre en su contra.

Así estaban las cosas. Ambos querían ganar y decidieron pasar página. Pero lo escrito, escrito está. El capítulo cerrado queda ahí, en las hemerotecas, y puede aflorar en cualquier momento. Es de esperar que la experiencia de ambos -el ‘savoir faire’ de Eric Bouiler mediando– les permita superar esta incómoda situación.

Todo hay que decirlo. Sucede en este caso lo que a los entrenadores de fútbol y los presidentes: vale el último resultado. Si la pelota entra –es decir si llegan podios y victorias– todo se aparca, abrazos, fiestas y alegría. Si no, malas caras, reproches, desencuentros, que acaban con algún cese.

Todo está en manos de Honda, del motor Honda, de si sus ingenieros consiguen que funcione y se muestra a la altura de las esperanzas. O cuanto menos que los progresos sean fehacientes.

De eso, y de alguna explicación más coherente si no quieren que el ambiente, el entorno, se vuelva irrespirable

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