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Civiles en armas contra la corrupción y el crimen: los buscadores de fosas de México
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¿DÓNDE ESTÁN LOS 43 ESTUDIANTES DE IGUALA?

Civiles en armas contra la corrupción y el crimen: los buscadores de fosas de México

Civiles peinan los cerros de Guerrero en busca de sus familiares ante la podredumbre del Gobierno. Son más de 5.000 personas armadas con escopetas y revólveres

Foto: Familiares de personas desaparecidas excavan en una zona cercana a las fosas comunes descubiertas en La Joya, cerca de Iguala, en el estado de Guerrero. (Reuters)
Familiares de personas desaparecidas excavan en una zona cercana a las fosas comunes descubiertas en La Joya, cerca de Iguala, en el estado de Guerrero. (Reuters)

Cuando alguien pasea por los cerros de Guerrero, en el suroeste de México, puede toparse casualmente con un pedazo de tierra movida, escarbar la superficie y desenterrar un cuerpo humano en descomposición atado de pies y manos. Si continúa de frente, tal vez dé con otro claro entre los matojos, donde puede remover de nuevo la tierra y encontrar una dentadura y un puñado de huesos. En el siguiente aparecerá un fémur. Y así, en una mañana, uno puede hallar hasta once fosas clandestinas, como le ocurrió el pasado domingo al grupo de familiares de personas desaparecidas que salieron al monte en busca de sus allegados.

Lideraba la expedición Miguel Ángel Jiménez Blanco, coordinador de la Unión de Pueblos y Organizaciones del Estado de Guerrero (UPOEG), un grupo paramilitar que se está convirtiendo en la esperanza del pueblo de Guerrero ante la total podredumbre del Gobierno y el aparato policial. Una suerte de movimiento zapatista del nuevo siglo alzado en armas contra la impunidad del crimen organizado y el subdesarrollo crónico de la región.

Entre las nuevas tareas se incluye peinar los cerros de Iguala y de la región en busca de agujeros en la tierra que ayuden a cicatrizar el dolor de cientos de familias que llevan meses, si no años, preguntándose dónde están sus desaparecidos. Grupos de ciudadanos se lanzan cada día al monte con una barreta de hierro, picos y palas. Allí donde la barreta se hunde en tierra fresca inician la búsqueda. Lo mismo puede ser una falsa alarma como surgir de la nada un pedazo de cráneo. Cuando eso ocurre, tapan el boquete con tierra y ramas y colocan banderines con el número cronológico del hallazgo, la fecha y el sitio. Al final de la jornada reportan sus macabros logros a la Procuraduría General de la República (PGR) para que sean las autoridades federales, no las del estado de Guerrero, quienes tomen las riendas a partir de ese punto.

5.000 ciudadanos armados con escopetas y revólveres

“Nuestro movimiento surgió el 5 de enero de 2013. Ese día entregamos 54 delincuentes a las autoridades como muestra de confianza hacia su labor. Entre ellos había acusados de secuestro y homicidio. Presentamos vídeos y pruebas de todo tipo. Pero todos fueron liberados en poco tiempo, y ahí fue cuando nos vimos obligados a instaurar un sistema propio de seguridad”, recuerda Bruno Plácido Valerio, dirigente de la UPOEG.

Su ascenso es la confirmación de una nueva realidad en México: el abrazo ciudadano a las fuerzas de autodefensa y autogestión como única salida al clima de terror

“Nosotros no realizamos sólo funciones de policía, también traemos una agenda de seguridad y justicia y proyectos de infraestructura y fortalecimiento del campo. Queremos erradicar la delincuencia recomponiendo el tejido social y la comunidad, no mediante las armas”, apunta. A pesar de esta declaración de intenciones, su cuerpo de seguridad cuenta ya con más de 5.000 personas anónimas armadas con escopetas y revólveres, si bien, asegura el dirigente, no con armamento militar como las metralletas R15 o los fusiles de asalto AK-47 tan típicos del crimen organizado en México. Hoy, la UPOEG es la autoridad de facto en 39 municipios de Guerrero.

“Quien violenta la ley no somos nosotros, sino los gobernantes que durante décadas han abandonado a la ciudadanía. No podemos seguir así, estamos en una gran crisis de las instituciones y de la sociedad. Los gobernantes tienen que entender que no somos de su propiedad”, arenga Plácido. El ascenso de la UPOEG es la confirmación de una nueva realidad en México: el abrazo ciudadano a las fuerzas de autodefensa y autogestión como única salida al clima de terror instaurado por la delincuencia organizada y la corrupción de las autoridades. Las policías comunitarias de Michoacán alzadas en armas para luchar contra el yugo de Los Caballeros Templarios no fueron la excepción, sino el inicio del hartazgo social en un país donde el 46% de la población (52 millones de personas) vive en condiciones de pobreza, un 11% de las cuales en situación de extrema necesidad, según datos del Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (Coneval).

¿Y los 43 estudiantes? ¿Han sido esclavizados?

El paradero de los 43 estudiantes de Magisterio secuestrados por la policía de Iguala y entregados al cártel Guerreros Unidos continúa siendo hoy una incógnita. La versión oficial no ha variado: fueron calcinados con neumáticos y gasolina en la vecina ciudad de Cocula, aunque los familiares y toda la sociedad mantienen un hilo de esperanza y creen que pueden estar vivos. Incluso se ha especulado con que la mayoría estaría siendo esclavizada en los plantíos clandestinos de amapola de la región, trabajo en el que terminan miles de inmigrantes centroamericanos capturados por los cárteles de la droga en su ruta hacia los Estados Unidos, y desaparecidos para siempre.

Incluso se ha especulado con que la mayoría estaría esclavizada en las plantaciones clandestinas de amapola de la región

“En Guerrero se practica la esclavitud moderna, estamos pensando que los muchachos están esclavos en la sierra de Filo de Caballo. Necesitamos pruebas, tener certeza, porque sabemos que pueden estar vivos”, planteó recientemente Crisóforo García, promotor de la UPOEG, al diario Sin Embargo, en una afirmación que ha conmocionado las redes sociales. “Los han utilizado para la cosecha de enervantes, a ellos y a otras víctimas que no son estudiantes y que han sido secuestradas. La violencia es generalizada en todo Guerrero, hay muchas víctimas, secuestros de niños, no sólo mujeres”, indicó el dirigente indigenista.

Las fuerzas paramilitares de Guerrero afirman que han desaparecido más de 500 personas desde enero de 2013. “Desgraciadamente, a partir de la desaparición de los 43 normalistas de Ayotzinapa, se ha descubierto toda esta situación de violencia”, indicó Plácido días atrás en una rueda de prensa. El coordinador de la UPOEG insistió en que se informó a las autoridades de ese medio millar de secuestros y que estas no se han dignado a intervenir. Es esa apatía del Gobierno y la corrupción descarada de las fuerzas policiales de Guerrero y otros estados pobres del país lo que está llevando a miles de personas a tomar una escopeta y alzarse contra una situación política y social insostenible. Hoy, los familiares de los desaparecidos se han sacudido el miedo a los sicarios y a la policía y exigen respuestas. Con la ayuda de organizaciones como la UPOEG buscan sin descanso a sus hijos, esposos o hermanos.

Nunca pensó el Ejecutivo de Enrique Peña Nieto que un caso como el de los estudiantes de Ayotzinapa podría estallarle así en las manos. Decenas de miles de personas llevan semanas manifestándose por todo el país contra su Gobierno y contra toda la clase política. Mientras los gases lacrimógenos y los incendios callejeros se reproducían en la última semana en Acapulco y en la Ciudad de México, a 11.000 kilómetros de distancia, en el Instituto de Medicina Forense de la Universidad de Medicina de Innsbruck en Austria, un equipo de expertos continúa analizando una selección de muestras óseas provenientes del basurero donde, presuntamente, fueron calcinados algunos de los estudiantes desaparecidos.

Debido a que los huesos están severamente deteriorados, el prestigioso equipo austriaco podría tardar semanas en realizar las pruebas mitocondriales y determinar la identidad de los mismos. Será la confirmación o el desmentido de que los 43 estudiantes fueron efectivamente calcinados, lo que puede volver a dar una vuelta de tuerca a la ya de por sí muy delicada estabilidad social en México.

Cuando alguien pasea por los cerros de Guerrero, en el suroeste de México, puede toparse casualmente con un pedazo de tierra movida, escarbar la superficie y desenterrar un cuerpo humano en descomposición atado de pies y manos. Si continúa de frente, tal vez dé con otro claro entre los matojos, donde puede remover de nuevo la tierra y encontrar una dentadura y un puñado de huesos. En el siguiente aparecerá un fémur. Y así, en una mañana, uno puede hallar hasta once fosas clandestinas, como le ocurrió el pasado domingo al grupo de familiares de personas desaparecidas que salieron al monte en busca de sus allegados.

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