Dossier

Refugios animales: campos de concentración

No hablan pero sí pueden ladrar o maullar. La causa animal en países desarrollados despunta como un interés comunitario. En Venezuela, sin embargo, se rezaga en la última lista. Mientras tanto, los alberges parecieran ser la solución. Los proteccionistas y defensores, en cambio, pegan el grito al cielo por su barbarie y pésimas condiciones sanitarias

Fotografías: cortesía de Mariant Lameda, Directora de medios de la Red de Apoyo Canino
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Los refugios o albergues para animales domésticos en situación de calle son lugares que, mediante fondos públicos o privados, brindan comida, abrigo y atención veterinaria a las mascotas que ingresan en sus dominios.

En Venezuela, son de dos tipos: municipales, que reciben fondos de sus respectivos gobiernos; y privados, que son mantenidos mediante donaciones de fundaciones, empresas y personas particulares.

Aunque a primeras vistas parecen hoteles ideales para los animalitos que no poseen familia y han crecido en la calle, para algunos defensores y activistas de la causa canina y felina son establecimientos de maltrato animal, desatención e insalubridad. Muchos viven hacinados, con miedo y con una fecha de salida porque la gran mayoría sacrifica a los animales si no son adoptados.

Asesinato desmedido

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De acuerdo a Melissa Medina, presidenta de la Fundación Santuario Animal El Hatillo, los refugios no velan por el bienestar de los perros y gatos que se resguardan bajo sus techos. “Muchos no están dirigidos por personas a las que les interese los animales. No hay asepsia, no hay cuarentenas cuando llegan cachorros. Son lugares oscuros y poco ventilados y no son bien tratados. El encierro es comparable con el de los campos de concentración. La calidad de vida es horrible. Si no son sacrificados, son asesinados por otros animales. Estos sitios son sentencias de muerte” expone Medina.

La eutanasia es definida por el diccionario de la Real Academia Española como la acción u omisión que, para evitar sufrimientos a los pacientes desahuciados, acelera su muerte con su consentimiento o sin él. “En los refugios es la manera en la que se busca controlar la sobrepoblación”, relata Mariant Lameda, quien es la directora de medio de la Red de Apoyo Canino. “En los municipales, los huéspedes son sacrificados de manera cruel: sin anestésicos. Son conscientes de su sufrimiento, también usan cámaras de gas o son electrocutados. La eutanasia debería usarse como medida humanitaria para terminar con el sufrimiento, no para exterminar indiscriminadamente.”

Pero la eutanasia no es la única herramienta empleada con la que los animales perecen, como expresa Taimar Velásquez, presidenta de la Fundación Kikiriwau. “En estos centros de cuidado la propagación de enfermedades es mucho más grave. Al enfermarse uno de ellos los demás se pueden contagiar. Los males más comunes son infecciones por ectoparásitos: moquillo y sarna, por ejemplo”

Una de las fuentes entrevistadas es una proteccionista independiente de la ciudad de Caracas que ha trabajado con diversas fundaciones, y por eso pidió permanecer en anonimato. Será conocida en este reportaje como RM. RM también coincide con Velásquez en el punto de sanidad. “Son cárceles de microbios y padecimientos”.

Por la plata baila el perro

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Uno de los problemas más grandes de los albergues es el económico. Por sí solos no pueden pervivir. La mano amiga de la empresa privada es vital para la prolongación de sus esfuerzos o pulsos. RM indica: “viven prácticamente de donativos y otros estipendios. Al no recibir dinero suficiente no cuentan con los insumos necesarios”. Judith Hernández, directora de Fundación Provida Animal Unimet, se aviene a la idea anterior. Pero la falta de metálico lleva también a la falta de alimentos, que se suma al rosario de penas. “Los precios de la perrarina, por ejemplo, cada vez aumentan más. Se vuelve difícil adquirir las bolsas o no son suficientes”, señala Velásquez.

Leyes que no protegen

En Venezuela existe y se invoca la Ley de Protección de la Fauna Doméstica Libre y en Cautiverio. “La ley indica que tenemos derecho a la tenencia, compra y venta de perros y gatos. Establece que los municipios pueden disponer de los animales como les plazca”, lee Lameda. En ningún artículo de esta legislación se regula la actividad de los refugios. No obstante, RM considera que es apremiante un cambio. “Se necesita una ordenanza para controlar la cantidad de animales dentro del mismos para que no ocurran irregularidades como el hacinamiento y el maltrato”.

“Lo único destacable de esta ley es que sí existen sanciones en contra del maltrato animal, pero esas son totalmente risibles. Son multas de hasta 100 unidades tributarias por el crimen más grave. Como si la vida tuviera un precio”. Lameda remata: “aunque se pueden apelar por estos castigos, no hay ninguna institución que tramite alguna clase de denuncia de maltrato animal. No hay institucionalidad”.

La ley está muy lejos de ser modificada en el futuro cercano. “No existe interés. No hay esperanza de modificar los estatutos de protección. Se intentó realizar un cambio mediante vía habilitante y la respuesta fue un no rotundo. No hay voluntad política. Y las que están vigentes suscriben que se pueden realizar experimentos en animales o pueden domesticados para circos. También consagran el manejo, uso, tenencia y comercialización de ejemplares”.

¿Qué hacen mal?

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Además del sacrificio sin motivos de salud específicos y maltrato, el hacinamiento destaca como el más deplorable. “Es que en un espacio destinado para 20 animales viven 100”, desliza como en un ladrido RM. El abandono en las puertas de los refugios tampoco ayuda al problema. Al contrario, lo incrementa. Muchas personas simplemente dejan a perritos amarrados y huyen.

Pero también los criadores manejan sus establecimientos con crueldad. Los mantienen encerrados. “Muchos son artríticos porque solo los sacan de ahí para ser montados. No tienen patas porque las pierden al herirse intentando escapar. Son encerrados cuatro o cinco en jaulas pequeñas. Cuando ya están muy mal, si no mueren en el parto son entregados a instituciones como las RAC ya que no pueden reproducirse más”.

Soluciones y decisiones

Los entrevistados, al unísono y sin ambages, responden que la gran solución es la esterilización de perros y gatos dentro de los refugios. También es necesario esterilizar a las mascotas de la población. De esta manera se evitarían camadas no deseadas y luego el futuro abandono. “No existen campañas mediáticas que fomenten la esterilización ni leyes que resalten el proceso. Los dueños de mascotas y refugio deben hacerlo”.

Mariant Lameda también destaca que los refugios solo deben ser vistos como un medio de transición a la adopción de mascotas. Es necesario que tanto el gobierno nacional como los diferentes gobiernos regionales y municipales se ocupen de esto, ya que al existir políticas de esterilización públicas se evitan manadas de animales que se reproducen sin control; también se debe educar a la población en cuanto al abandono de mascotas, ya que esa no es la solución al problema, todo lo contrario, es una de sus principales causas.

Provida Animal Unimet brilla

La Fundación Provida Animal Unimet cuenta con un espacio digno. Su directora, Judith Hernández, explicó qué hace de su albergue un ejemplo a seguir. “La existencia de protocolos de entrada y de salida. Los de entrada son en cuanto al estado de salud del animal y se le hacen una serie de exámenes de evaluación general. Si está bien se vacuna. Si no, se le trata cualquier patología que presente… Si se encuentra bien debe ser esterilizado. Una vez que se haya recuperado, es vacunado y puesto en cuarentena en perreras designadas. El perro ingresa a la manada. Los de salida indican que todo perro que sale del refugio debe estar educado y no presentar ningún comportamiento inadecuado o asocial y debe estar en perfecto estado de salud”.

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