El viejo derbi madrileño coronará en San Siro al campeón de Europa, 60 años después de celebrarse la primera edición. Di Stéfano decía a menudo que nadie podía pensar que aquella copita se convertiría en lo que es ahora, el trofeo más perseguido de Europa y el de mayor prestigio del fútbol mundial. El Real Madrid ganó la final de 1956 y comenzó un recorrido triunfal de cinco años. La Copa de Europa le debe mucho al Real Madrid, pero el Madrid le debe tanto o más al gran torneo de nuestro tiempo. Su prestigio se ha multiplicado por la especial relación que mantiene con su trofeo fetiche.
Si el Madrid es una constante en la vida de la Copa de Europa, con 10 títulos en las 13 finales que ha disputado, el Atlético es el equipo emergente de la Liga de Campeones. Disputará su segunda final en tres temporadas, una señal de su eficacia y de su nueva posición entre los jerarcas europeos. Nadie lo hubiera sospechado hace 10 años, cuando se debatía entre problemas y decepciones. Simeone, ídolo de la hinchada en sus días como jugador, ha generado un seísmo que trasciende lo futbolístico. El Atlético abandonó su condición masoquista y ahora es el equipo que nadie quiere ver ni en pintura.
Reedición de Lisboa
El partido reedita la final de 2014, recordada por el gol de Sergio Ramos en el último minuto y por la victoria (4-1) del Real Madrid en la prórroga. Han pasado dos años y apenas se han producido grandes cambios en los dos equipos. La estructura de ambos es muy parecida: el Real Madrid trufado de estrellas y el Atlético sostenido por su milicia de jugadores. La principal diferencia radica en el estado de salud de los jugadores. En el Atlético todos están en perfectas condiciones. En el Real Madrid sólo hay una baja: Varane. En Lisboa, la atención estaba dirigida hacia Diego Costa. Jugó, pero abandonó el campo a los primeros instantes del partido. Su ausencia pesó gravemente sobre el Atlético.
Tampoco han cambiado de estilo los equipos. El Madrid de Zidane recuerda cada vez más al de Ancelotti. Ha adquirido un toque de prudencia. El Madrid no es la caballería que sus aficionados ambicionan, pero los últimos meses de la temporada han acreditado a un equipo que comete menos errores y aprovecha con la solvencia de siempre la contundencia de sus delanteros. Así derrotó al Barça en el Camp Nou y algo parecido hizo con el Manchester City.
Equipo de autor
El Atlético es reconocible a primera vista. La mano de Simeone se observa por todas partes, en el rigor defensivo, en el escaso interés por la posesión, en las ayudas constantes entre sus jugadores, en la astucia para aprovechar los errores de los adversarios y en la habilidad para ganar con distancias cortas. Al Atlético, un gol le vale como tres a sus rivales. No hay un equipo que se maneje mejor en los márgenes pequeños del resultado.
No hay manera de designar favorito porque los dos equipos cuentan con recursos y datos que les favorecen. El Real Madrid ha ganado las últimas cuatro finales sin lograr el título en la Liga. Se ha convertido en un equipo más predispuesto a los esfuerzos cortos, y si es la Copa de Europa, mejor aún. Cuando agarra un hueso no lo suelta. Es uno de sus rasgos principales. En Lisboa sufrió un calvario para ganar, pero ganó. Con respecto a aquel equipo, ha mejorado su cohesión en el medio campo. Hace dos años, la baja de Alonso por sanción significó la presencia de Khedira en un puesto que no entendía. Fue sustituido en el comienzo del segundo tiempo. Ahora esa función corresponde a Casemiro, el clásico mediocentro defensivo brasileño. Hasta ahora su papel ha sido irreprochable.
Como siempre que se enfrentan, se anticipa un duelo entre la potencia rematadora del Madrid y la red defensiva del Atlético. Es evidente que Simeone le ha tomado la medida a su rival. El Atlético ha invertido tanto la realidad anterior, la que suponía sus derrotas constantes en el derbi, que no son pocos quienes le consideran favorito. A este grado de autoestima ha llegado el club anteriormente conocido como El Pupas.
Equipos claros
Desde hace tiempo se saben las alineaciones, al menos en el Real Madrid, donde Zidane apadrina un 4-3-3 inamovible. El técnico ha preferido apuntalar un equipo que experimentar con jugadores y sistemas. En el Atlético se habla de la posible titularidad de Savic, pero cuesta creer que Giménez desaparezca del mapa después de una temporada sensacional. Estos dos equipos se conocen muy bien como para sorprenderse con decisiones de última hora.
Enfrente tendrán un partido que puede acabar con el maleficio del Atlético, dos veces aniquilado en el último minuto (1974 y 2014), y concederle su primera Copa de Europa. Si eso sucede, nadie lo considerará una casualidad. El Real Madrid buscará su 11º título, una cifra impresionante.
La diferencia estribará en las consecuencias de la final. Gane o pierda el Atlético, la posición de Simeone será inalterable. El Madrid vive infinitamente más al día. Una victoria acabará con cualquier tipo de debate en una temporada que ha visto pasar a dos entrenadores por el equipo. Una derrota certificaría un dato muy incómodo para la hinchada. Sería la tercera campaña en cuatro años sin títulos. Pero todo eso no cuenta ahora. Sólo cuenta el partido de San Siro, el derbi de todos los derbis.