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Pese a las masivas protestas, un cambio radical en Brasil no es lo más probable
Lunes, Agosto 17, 2015 - 17:12

No hay soluciones rápidas ni fáciles para un país entrampado en un estancamiento legislativo, con falta de alternativas viables a los partidos tradicionales y con un bajón económico que ha llevado a su moneda a mínimos de 12 años.

Río de Janeiro. A pesar de las protestas de cientos de miles de brasileños contra la presidenta Dilma Rousseff y de los pedidos para que se la someta a juicio político, todo indica que en el corto plazo no habrá un cambio radical en Brasil.

No hay soluciones rápidas ni fáciles para un país entrampado en un estancamiento legislativo, con falta de alternativas viables a los partidos tradicionales y con un bajón económico que ha llevado a su moneda a mínimos de 12 años.

"No vemos una solución inmediata, pero qué más podemos hacer", dijo Rogerio Chequer, uno de los líderes de las organizaciones que convocaron marchas el domingo por todo el país.

Las más recientes de una serie de marchas llevadas a cabo este año tienen lugar en momentos en que la economía sufre su mayor retroceso en tres décadas, un escándalo de corrupción alcanza a encumbrados empresarios y políticos, y el auditor federal considera rechazar la contabilidad gubernamental de 2014.

En conjunto, los problemas representan un cambio total para un país que, impulsado por un auge de los precios de las materias primas y el consumo, parecía listo para dar el salto a la liga de las grandes economías mundiales cuando Rousseff asumió su primer mandato.

Además, los brasileños están descorazonados por lo que perciben como una falta de liderazgo en todo el espectro político. Dos tercios de ellos quieren un juicio político contra Rousseff, según las encuestas.

Pero en lugar de un cambio radical en un país que está en su decimotercer año bajo gobierno del izquierdista Partido de los Trabajadores, lo que muchos esperan es un camino largo y penoso.

"Puede que haya habido mucha gente en las calles, pero probablemente eso no va a cambiar mucho", dijo Esther Solano, una socióloga que ha estudiado las protestas en Brasil y el creciente descontento con la clase política.

"Para que haya un cambio real se necesitan nuevas ideas y nuevos líderes, y hay una ausencia total de eso", añadió.

El resultado que quieren los opositores más duros de Rousseff, el juicio político o la renuncia, parece distante, sino imposible.

El auditor que está revisando las maniobras contables del presupuesto del año pasado le ha dado más tiempo al Gobierno para que se explique.

Y, hasta ahora, no hay evidencia criminal que involucre a Rousseff en la investigación de corrupción en la petrolera estatal Petrobras, pese a que fue presidenta del directorio cuando ocurrió una buena parte de los fraudes.

Por eso hay poco sustento legal para impulsar un complejo procedimiento de juicio político.

Rousseff, en tanto, no se inmuta. Pese a que los porcentajes de aprobación a su gestión se desplomaron a sólo un dígito -los peores de un presidente de Brasil en tres décadas-, la mandataria ha declarado en repetidas ocasiones que no renunciará.

Autores

Reuters