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Somos Charlie Hebdo
Mar, 13/01/2015 - 12:04

Manuel Hinds

¿Cómo impactará a América Latina la crisis?
Manuel Hinds

Manuel Hinds es economista y consultor económico. Fue ministro de Hacienda de El Salvador entre 1994 y 1999. Se le considera el padre de la dolarización, pues fue quien propuso la idea en su país. Es autor de Playing Monopoly with the Devil: Dollarization and Domestic Currencies in Developing Countries (Yale University Press, 2006) y co-autor con Benn Steil de Money, Markets and Sovereignty (Yale University Press, 2009). Hinds también es columnista de El Diario de Hoy, de El Salvador. En 2010 obtuvo el Premio Hayek, del Manhattan Institute.

Muy frecuentemente escucho gente que dice que respeta a alguien que ha matado o cometido otros crímenes "porque creen en lo que hicieron" o "lo hicieron por un ideal". Eso es una tontería, como si para las víctimas del crimen hiciera alguna diferencia el que los mataran por dinero o porque a algún supuesto idealista se le ocurrió que debía morir para avanzar este ideal.

Anteayer se dio un caso de estos últimos. Tres individuos atacaron la sede de Charlie Hebdo, un periódico satírico francés, y asesinaron a doce personas, pensando, o diciendo pensar, que estaban defendiendo a su Dios y a su profeta. Es decir, asesinaron y llenaron de luto a doce familias por algo en lo que ellos creen. ¿Es esto algo de admirar?

El caso fue en Francia, pero está muy cerca de nosotros. El pueblo francés respondió con una frase, "Yo soy Charlie Hebdo" para expresar su solidaridad con las víctimas y la indignación con los criminales.

El respetar a los que dicen que sus fechorías han sido motivadas por sus ideales es una tontería porque los supuestos ideales no existen realmente y no son la verdadera razón detrás de los crímenes. Dios o la justicia no pueden ser la motivación para matar. Siempre hay algo más atrás, que se descubre con el tiempo.

Hay dos tipos de motivación real. Una es un ansia de poder económico y político. Al llegar al poder, los que decían realizar estos actos por el pueblo, o por Dios, o por lo que Dios mandaba a hacer con el pueblo, han violado más flagrantemente sus supuestos ideales que los tiranos que ellos sucedieron en el poder. En vez de mejorar al pueblo, se han tornado desaforadamente a disfrutar de las cosas materiales que brinda el poder, y a mantener éste a toda costa para seguir disfrutándolas.

Esto ha pasado en El Salvador con el FMLN, que prometía trabajar por el pueblo y que, ya con casi seis años en el gobierno, no ha hecho nada sino poner a los antiguos guerrilleros y sus amigos en posiciones de gran poder político y económico. Viendo esto, la gente (incluyendo muchos de los que pelearon) se pregunta, ¿para qué fue la guerra, para qué fueron los secuestros, los asesinatos, los secuestrados y después asesinados, para qué los ataques a balazos a civiles y sus hijos como los que mataron a los hermanos Raubusch, al Dr. Rodriguez Porth, a Mauricio Borgonovo, a Roque Dalton, al Dr. Herrera Rebollo, y a tantos otros en ataques similares a los de Charlie Hebdo?

En otros casos los fanáticos se convencen de que son dioses, y de que tienen el derecho de secuestrar, matar y herir a cualquiera, no por la persecución de un ideal, sino porque sus egos son enormes, y porque sus vanidades son insaciables. Como en el caso de los que esconden motivos económicos, los ideales de los que buscan llenar su vanidad son sólo pretextos.

Hitler, Lenin, Stalin y Mao caen en esta categoría. Causaron millones de muertes e increíbles sufrimientos por pura egolatría. Cuba ha sido inmolada a la vanidad de Fidel Castro y de un pequeño grupo de personas que pretenden o pretendieron tener ideales. En la mayoría de los casos las dos hipocresías se juntan, de modo que los que se creen dioses también se lucran del poder. Fidel Castro no hundió a Cuba por ambiciones de beneficios económicos sino por su soberbia, pero igual los ha tenido.

El excusar los crímenes de esta forma erosiona la moralidad de la sociedad. Si se justifican unos crímenes porque el que lo comete afirma que son buenos, se abre la puerta para que otros grupos también afirmen lo mismo. Esta es la soberbia que movió a los que mataron a los de Charlie Hebdo. Eso es lo que está destruyendo nuestra sociedad.

Francia no puede tolerar que nadie se arrogue la potestad de matar por lo que dice creer. En El Salvador, no superaremos la violencia hasta que entendamos que somos Charlie Hebdo, que el crimen es igual, la injusticia con los muertos y sus familias y amigos es la misma, independientemente de si se ha cometido por dinero, o por soberbia, o por razones ideológicas o religiosas.

*Esta columna fue publicada originalmente en el centro de estudios públicos Elcato.org.

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