Mientras las escuelas mantengan el formato de las clases magistrales, con un profesor que explica y 25 alumnos que le atienden, y el trabajo individual de los estudiantes no se realice dentro del propio colegio, seguirá habiendo deberes. Este esquema, el de la enseñanza tradicional en su definición más estricta, es el que tendría que modificarse antes de poner fin a las tareas escolares, afirman los expertos. Mientras tanto, la guerra sobre si hay que imponer tareas escolares para que los niños las hagan en casa ha enzarzado este viernes a las familias de los estudiantes de la pública y de la concertada.

Los segundos han replicado a la confederación española de asociaciones de padres (Ceapa), criticándole por llamar a hacer boicot a los deberes el próximo noviembre.

La confederación católica de padres de alumnos (Concapa) ha criticado duramente que la Ceapa "aliente a las familias a que sus hijos no cumplan con sus obligaciones educativas, entre las que se encuentran los deberes". Allí está precisamente la diferencia: para unos, los deberes son una obligación educativa. Para los otros, no tiene por qué serlo.

Los deberes "son un síntoma de cómo se trabaja en un colegio", asegura Francina Martí, presidenta de una asociación de maestros contraria a los deberes. Si este movimiento de renovación pedagógica se opone es, entre otras razones, porque "los niños no solo han de adquirir conocimientos, sino que también tienen derecho a realizar actividades de ocio", subraya. Hay informes internacionales que alertan de que los deberes alimentan las desigualdades sociales entre alumnos ricos y pobres y de los problemas de salud que pueden originar si se cometen excesos. Para el presidente de la Concapa, Pedro José Caballero, en cambio, los "deberes son necesarios para afianzar lo aprendido en el centro educativo, aunque deben ser proporcionados y acordes con el nivel educativo del alumno". ¿Qué actividades poner? La respuesta depende de cada estudiante, de cada escuela, "incluso de cada familia", apostilla Francina Martí. Hay actividades familiares, prosigue, que permiten a los estudiantes reforzar los conocimientos y habilidades adquiridos en el colegio, "como la lectura, ver una película o ir a un concierto y al teatro". "O hacer viajes o visitar la propia ciudad, o hablar con gente mayor o con un vecino que tiene un oficio interesante, o cocinar juntos", propone. Lo que no han de ser, dice, es "repetitivos y memorísticos".

Francina martí advierte de que "cada vez hay más padres que hacen los deberes con sus hijos y eso no debería ser así, la familia no debe suplir la labor de la escuela".